sábado, 11 de diciembre de 2010

Piel

A veces me pierdo y es simple. Me voy sumergiendo de a poco, en una dulce escena de la que soy protagonista indiscutible. Me pregunto entonces cómo fue que llegué a ese lugar desconocido que empieza a transformarse en algo familiar para mí, y las respuestas me reenvían a ciertos matices propios de las fotografías que tomé en cada uno de los momentos que viví, sin saber lo que estaba ocurriendo. Quizá sin entender y con un signo de interrogación inmenso que poco a poco, y opaco, comenzaba a desdibujarse, para dar lugar a una certeza. La piel nunca miente. Eso me dijeron y ahora comprendo que es así.
La piel se transforma, se tensa, se enfría y se enciende. El cuerpo se convierte en algo nuevo. El cuerpo se convierte en un cuerpo otro que habito, cual inquilino que, sin prisa alguna, comienza a sentirse cómodo en su nuevo hogar.
Puedo explicar con detalles, fiel – tan fiel – a mí estilo, el recorrido que construí para llegar a la certidumbre de esta piel que recubre y se apodera de este cuerpo que visito y del que por fin me siento dueña.
Y cuando me pierdo y es… simple… nos observo. Antes, lejana y ahora… dentro de mí.
Es una postal exquisita.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Acá

Ahora estoy con mi silencio que me doblega. Me hablan algunas voces y no distingo lo que quieren decirme. Que fue un error, que es un acierto, que no lo saben, que aprenda sola. Quién sabe. Son voces que están en mí y que de mí nacen. Son esas preguntas para las que nunca encuentro respuestas únicas, sino miles de variables.
Estoy acá, erguida aunque me cueste y recuerdo cosas que marcaron mi vida. Son fotografías manchadas por el sepia del tiempo objetivo que sigue corriendo, incluso a mi pesar. Y es en esas imágenes donde puedo verme al fin con otros colores, abrazada por otros aromas, inmersa en otros momentos que ya no son míos y a los que me cuesta demasiado dejar ir. Y todo gracias al silencio que a veces decido aplacar y otras, simplemente, dejar ser.
Hoy te dejo ser, silencio. Podés hablar en los idiomas más obtusos para mi entender caduco, pero te dejo ser más allá del ruido ensordecedor de las voces. Que hablen y que me llenen de vacíos e inquietudes, no me importa. Que el día finalmente aclara y yo me ilumino también, para dejar en los restos de estos instantes confusos, el residuo necesario que alguna vez dejará de serlo y se transformará en ceniza.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Silencios

Ahora me doy cuenta, no recordaba el silencio. No imaginaba que las cosas, inamovibles, parecen aquietarse aun más cuando no hay otra persona cerca. Ahora puedo verlo, las sombras dejaron de tener vida. Son ahora manchas que pintan los muros, que caen sobre el suelo, manchas similares a lo que alguna vez fue cualquier otro elemento de este espacio. Respiro y suspiro y puedo oírme. Si lloro, me pesa el sollozo que nadie calma, que no encuentra un abrazo, ni unas manos cálidas. El agua cae desde el rostro hacia el vacío de este cuarto y se pierde limpia, pero repleta de grises.
Estoy exhausta sobre mis piernas, me duelen los ojos. Afuera es de noche y estoy subsumida entre estas paredes, bajo sus cimientos, entre los escombros de un día lejano que ya no es perfecto.

Tengo tanto miedo.

Ahora lo recuerdo, así era yo antes. Antes de la brisa del bosque de tus ojos inmensos. Así, con este disfraz de ilusiones inconclusas y pasajeras. Con esos deseos aleatorios y débiles. Con una intensa fascinación por este silencio que ahora recuerdo y no recordaba.

Es casi como si yo fuese una pieza más del engranaje, en movimiento por inercia. Me quedan los restos más dulces del transitar de los días, acomodados uno al lado del otro, apilados, unidos, conformando esa imagen que duele por bella. Y son restos presentes y vívidos, son restos con formas, colores y pálpito. Son retazos nuestros que quizá vuelvan a unirse.

Por algún motivo tengo recuerdos que había olvidado. Vuelven y se instalan en mí, me roban una lágrima y desaparecen. Imágenes de momentos simples.

Ahora comprendo que ya no lo hago. Dejé de pensar y me dijeron adiós los fantasmas, los mismos que antes no me dejaban hablar porque ellos lo hacían por mí. ¿O yo les di la espalda a ellos?

Ahora no tengo más que silencios, encadenados unos a otros. Silencios, esos que antes vaciabas con tu risa.