jueves, 8 de marzo de 2007

Déjà vu

El viernes pasado estuve mostrando unos deptos. durante la tarde. Cerca del final de mi recorrido, siempre por Palermo esta vez, tuve una elipsis de una hora y me senté en un café a merendar y a recomenzar con Amor Líquido de Bauman, libro que logró deprimirme en su momento y he allí la razón de mi abandono. Bauman ha escrito ya un sinfín de historias líquidas. Con este que estoy leyendo es sumamente difícil no sentirse identificado.
Ahora bien, 15 minutos antes de la siguiente cita en la calle Laprida (a dos cuadras del café), salí rumbo al encuentro con Michelle, una suizo- francesa- italiana, autedefinida actriz independiente con cabello rojo fuego y una cuota suficiente de carisma. Michelle no encuentra el depto ideal para su estadía en Buenos Aires y es por eso que ayer miércoles después de convivir una hora y media con ella, dejó de caerme simpática. Pero volviendo al viernes, antes de conocerla, me encontraba yo caminando por la calle French a paso paseo cuando sonó mi celular. Era mi jefe. Crucé Laprida y lo atendí. En ese instante escuché el crujir de unos frenos furiosos sobre el asfalto y giré inmediatamente: un taxi había chocado a otro. Dos o tres horas más tarde y volviendo a casa por Coronel Diaz, sucedió otra vez. El freno, el ruido, los gestos de los transeúntes, el taxi. Pero no hubo golpe, ni portazos, ni enojos, ni papeles porque no hubo choque.Esa noche en un bar Hip hopero de Olivos tuve un déjà vu real. Saliendo del baño, vi pasar frente a mi un joven corpulento y venido a menos que me miró de reojo. Una hora más tarde, nuevamente saliendo del baño, volvió a pasar el mismo joven, aun más venido a menos y con la misma mirada.
En un instante de comicidad comenté a mis amigas que si ese chico era taxista todo cerraba. “Voy a chocar en un taxi conducido por él en mi regreso a la Capital”.

Lo que nos asusta de los déjà vu y de las repeticiones es quizá la posibilidad de que sean señales de sucesos futuros, así como resabios de vivencias pasadas. Son cuestiones que parecen estar más a nivel inconsciente o que escapan a nuestra psiquis y forman parte de un universo de causalidades. En cambio cuando encontramos señales, sean buenas o malas, no hay más que una predisposición mental a verlas. Como si fueramos por la vida buscándolas como excusa para justificar lo inexplicable.