lunes, 12 de marzo de 2007

Sinopsis

Siempre oí hablar de Mar del Plata como “La feliz”. Sé que a una mayoría le interesa veranear allí, tomarse recreos de fines de semana largos o cortos y que muchos sueñan con habitarla de manera permanente. A mis padres les gusta mucho y siento que sonríen a través del teléfono cuando la mencionan. Pienso que quizá algunos de sus momentos más afortunados ocurrieron en esa costa. A mi nunca me llamó demasiado la atención porque llegué a mi familia en un momento en el que ya habían recorrido el país y anclado en diversas ciudades, y si bien viajé, no comprendía cuán acertada inversión es viajar.
No conocí la ciudad, porque no fui a conocerla. Fui a ver películas. Fui a convivir con una amiga y una amiga de mi amiga con la que tuve excelente afinidad desde un comienzo, cosa que no siempre ocurre. Ocupamos un Hostel en el que no hicimos otra cosa que correr. Corrimos la galería principal rumbo a la cocina, corrimos en el comedor, comimos corriendo y huimos corriendo al grito de: “¡vamos que en 20 minutos empieza la otra peli!.. taxi, cole, caminando???”. Y eso, bromas aparte, nos gustó y mucho.
En lo personal descubrí que el cinéfilo es un ser muy sociable. Por más que no te conozca si te tiene cerca va a buscar entablar conversación, porque el arte une de modo natural y porque siempre está abierto a diversos puntos de vista. Y un film es eso. Un punto de vista.
Vimos desde una argentina con 40 minutos prescindibles que encuadraba, ¿serían varias historias dentro de una o la misma historia contada desde distintos ángulos y en simultaneo?, hasta un triller de Hong Kong, pasando por un poema fotográfico brasilero, otra película sobre cómo se hizo una película, una sobre la vacuidad de los vínculos humanos, una comedia sobre la llegada de nuestros antepasados, y una… acerca del amor. Presenciamos conferencias de prensa y recuperamos el deseo de trabajar por los derechos humanos, aun también nosotras idealistas desencantadas.

Hoy es lunes y la Avenida Santa Fe a las 7 a.m. ya enloquecía. Siempre llega el momento de regresar. Pero también el de volver a partir.