martes, 10 de julio de 2007

Noctámbula

En plena adolescencia solía quedarme mirando tele un rato después de cenar. Mi mamá desaparecía por el pasillo cargando su bolsa de agua caliente y deseándome buenas noches. A veces teníamos charlas prolongadas hasta que ella me dejaba hablando sola porque se perdía en algún sueño y era imposible recuperarla. Las luces de todos los ambientes estaban apagadas y era mi momento de libertad. Entonces encendía la computadora y empezaba a escribir. Cualquier cosa, lo primero que se me ocurría. Por aquella época hice mi primer cuento, Resplandores, que relataba una jornada de tragedia en un pueblo pequeño, tras el derrumbe del diario zonal. Era la historia de Milagros, una periodista adicta a las primicias. Hace poco lo releí. Empezaba así: Milagros se apartó del reflejo penetrante de aquel vidrio posado en el suelo, entre los escombros. Yo siempre tan ornamental. Uno no suele darse cuenta cuánto de su futuro queda registrado en un escrito inocente porque en ese entonces no me veía a mi misma como periodista ni mucho menos. Tenía todo por delante y ninguna sospecha. Pero era feliz. En esas noches, cuando el cansancio era su ausencia yo me sentía viva. Todas las mañanas de mi adolescencia fueron un caos para despertarme. Mamá probó alternando los tonos de voz, la intensidad de la luz, la abundancia de los desayunos, pero no había caso. Aún así, mis noches eran mías. Mi rincón junto a la ventana. Ese silencio imposible de la madrugada. Estaba gestándose en mí eso que soy.

1.30 de la madrugada y sigo despierta recordando mis primeros noctambulismos. Trabaje o no, no puedo evitarlos. También pienso en mis primeros escritos. No siempre nos gusta lo que escribimos, pero no deja de ser auténtico. Pienso en esto porque la veterinaria me dijo que cuanto más tarde yo en acostarme y cuanto más cálida sea mi casa, Camila nunca va a dejar el celo porque para ella es siempre de día. Los conflictos que se generan cuando uno deja de ser sólo uno. Cuando la convivencia se da en un ambiente más reducido que la casa de nuestra niñez, con sus pasillos y divisiones. Cuando de alguna manera hay que empezar a entender el significado de postergarnos por el bien del otro. De todos modos cuando no está en celo, el noctambulismo de Camila me resulta encantador.