sábado, 11 de diciembre de 2010

Piel

A veces me pierdo y es simple. Me voy sumergiendo de a poco, en una dulce escena de la que soy protagonista indiscutible. Me pregunto entonces cómo fue que llegué a ese lugar desconocido que empieza a transformarse en algo familiar para mí, y las respuestas me reenvían a ciertos matices propios de las fotografías que tomé en cada uno de los momentos que viví, sin saber lo que estaba ocurriendo. Quizá sin entender y con un signo de interrogación inmenso que poco a poco, y opaco, comenzaba a desdibujarse, para dar lugar a una certeza. La piel nunca miente. Eso me dijeron y ahora comprendo que es así.
La piel se transforma, se tensa, se enfría y se enciende. El cuerpo se convierte en algo nuevo. El cuerpo se convierte en un cuerpo otro que habito, cual inquilino que, sin prisa alguna, comienza a sentirse cómodo en su nuevo hogar.
Puedo explicar con detalles, fiel – tan fiel – a mí estilo, el recorrido que construí para llegar a la certidumbre de esta piel que recubre y se apodera de este cuerpo que visito y del que por fin me siento dueña.
Y cuando me pierdo y es… simple… nos observo. Antes, lejana y ahora… dentro de mí.
Es una postal exquisita.