jueves, 29 de noviembre de 2007

Sin ser

Cuando una historia sin comienzo termina, hay infinidad de palabras posibles que jamás serán dichas a nadie. Es el lenguaje del silencio que se arrincona en el espacio de lo que pudo haber sido. El resto lo ignora por completo y uno mismo con el correr del tiempo aprende a ignorarlo también.
La energía, que había tomado cause, detiene su marcha a mitad de camino y se esfuman las horas de un tiempo perdido, de un tiempo inútil. Y ya no hay miradas, ni voces que sonaban familiares, ni detalles agradables, ni sorpresas ni misterios. No hay planes. Pero tampoco hay vacío. Es como un alto de repente, es una interrupción en la armonía, es una lámina de sombra que ata un nudo en la cuerda del tiempo. Es un momento nada más de confusión y de amenaza de tristezas venideras, que quizá nunca lleguen a materializarse.
Son las fotografías de un amor que no fue amor. Es una historia sin presente ni futuro, sin esencia. Es un mero condicional. Aquello que pudo haber sido y no fue, no es. Y en mi propio devenir temperamental debo decir… tampoco será.
¿Qué nos dejan estas historias? ¿Qué aprendemos con ellas?